La rentabilidad de ser emocionalmente inteligente

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Por Elvira Mansur.

Profesora en el MEDE y PDV.

Mucho se habla de la necesidad de usar la Inteligencia Emocional para ser más felices y alcanzar altas cotas de bienestar, pero, ¿sabemos exactamente qué es, que implica, para qué sirve… ser emocionalmente inteligente?

Me parece muy interesante diferenciar entre ser inteligente (Inteligencia cognitiva) y tener una conducta inteligente, pues no siempre van unidos. Respecto a la Inteligencia Cognitiva sabemos actualmente que “no es suficiente para llevar una vida coherente y satisfecha”, es más, es muy posible que por sí sola no te facilita ser feliz. Hemos de unir y conciliar cognición y emoción, así, para tener una conducta inteligente necesitamos tener desarrollada la Inteligencia emocional.

Sin embargo, ¿es suficiente con ser emocionalmente inteligente?, pues va a ser que no, que la Inteligencia Emocional sin la Inteligencia Ejecutiva queda incompleta, inacabada. “Desarrollar las Funciones Ejecutivas marca el camino y te permite conseguir, con un comportamiento inteligente, con honestidad, siendo fiel a nuestros valores y con discernimiento, todo aquello que necesitas o deseas, para alcanzar el máximo nivel de bienestar”. (Marina, 2012).

Entendiendo el discernimiento como la capacidad de observar y observarse para tener juicio crítico, que no ser un crítico, de distinguir lo que es esencial de lo que es inadecuado y entendiéndolo también como el arte de hacer un buen uso de la razón, es decir, actuar con sentido común.

Desarrollar y conciliar Inteligencia cognitiva, Inteligencia emocional e Inteligencia ejecutiva es un camino de desarrollo y crecimiento personal que nos permite construir la mejor versión de nosotros mismos, si queremos.

Las organizaciones cada vez más, demandan, además de las competencias cognitivas, talento con competencias emocionales y ejecutivas pues está demostrado que estas personas tienen habilidades que hacen más rentable su trabajo y el de los demás, lo que tiene como consecuencia una mejora de los resultados empresariales.

Si esta combinación de cognición, emoción y acción la añadimos a los aprendizajes adquiridos en nuestra experiencia diaria, el resultado es un alto nivel de desempeño que cosechará óptimos resultados.